

Es cierto que en los 20 años de Concertación no hubo toda la voluntad política para hacer cambios profundos al modelo político y económico que nos rige. Pero tampoco se puede desconocer que la maraña constitucional ha sido un obstáculo para realizar los cambios esperados, hecho reconocido tácitamente por la derecha también. Hay que recordar que hubo senadores designados... y contextos políticos complejos que supeditaron un camino mas que cuidadoso para enmarcar lo que se ha denominado como proceso de la transición a la democracia. Además, se sabe positivamente que dentro de la DC conviven sectores de derecha, lo que es un obstáculo más a la hora de hacer transformaciones. Y también hubo un acomodo al sistema, pues se descubrió que el sistema también era beneficioso para los actores políticos principales del país: Concertación y Alianza.
Se critica con mucho celo la perfomance política de la Concertación, especialmente por sectores más radicalizado de la izquierda, los despectivamente llamados "ultrones". También desde ex concertacionistas las críticas han sido ácidas, pero en estos últimos la motivación obedece a un cierto desmarque para posicionarse electoralmente -como es el caso de MEO que logró un 20% en la elección presidencial pasada- aunque sin perjuicio que en algunos aspectos tengan fundamentos los reparos a los gobiernos de la Concertación.
Los líderes políticos tienen plena claridad de cuáles son las complejidades que han tenido que enfrentar los gobiernos concertacionistas al tener que administrar un modelo que tiene enormes dificultades para hacer reformas sustantivas. Pero el chileno común y corriente no ve esas sutilezas políticas, solo ve los resultados del accionar gubernamental; y por lo tanto, su crítica se vuelve cerrada y ciega, como la de los "ultrones", que son capaces de llegar a decir que Michelle Bachelet es de derecha junto a toda la Concertación o Nueva Mayoría. Éstos serían traidores, ladrones, neoliberales junto a la Alianza por Chile, según la optica ultrista. Sin duda que es una mirada ridícula y torpe, porque nadie va a desconocer la cultura, la identidad, la historia de Michelle Bachelet ni del conglomerado que actualmente apoyan su candidatura.
Lo que sucede es que hay un transfondo institucional difícil de sortear. Sistema binominal, leyes que para su aprobación requieren de altos quórums y tribunal constitucional. La Constitución, la Carta Fundamental de Chile, no define lo que es una ley orgánica constitucional y solo se refiere a los quórums que requieren los tipos de leyes que la contienen; o sea, queda un margen amplio para eventualmente invocar qué tipo de ley se tramita. Y éstas generalmente no se componen de un solo artículo, sino de una infinidad de ellos. Las leyes orgánicas constitucionales requieren un quórum de 4/7 de los diputados y senadores en ejercicio; es un quórum altísimo, lo que significa que con una minoría -como ha ocurrido- se puede vetar una ley. La LOCE fue una ley orgánica constitucional, así lo estableció el general Pinochet para dejar un amarre respecto del destino del sistema educacional chileno. Después de la revolución pingüina, en que los estudiantes demandaban eliminar la LOCE, la Concertación tuvo que negociar con la derecha la LEGE, pues una reforma a la educación propuesta no tendría ningún destino sino es con el veto de la derecha. Y cuando se negocia con la derecha, es la derecha la que gana. Fueron las recordadas manos en alto y lágrimas, pero finalmente el movimiento estudiantil se sintió traicionado, aunque ahora se entiende el contexto de esa circunstancia: No había ninguna posibilidad que a través del parlamento se asimilaran las demandas estudiantiles por el veto tenaz y minoritario -pero efectivo-de la derecha.

Y para asegurar más el rumbo impuesto por la derecha y su filosofía en la constitución pinochetista, se determinaron tipos de leyes supramayoritarias, en que hay que tener plena certeza de los votos parlamentarios cuando se quiere enviar un proyecto de ley. Existiendo empate entre las bancadas, se hace difícil reformar áreas si no se tienen los quórums necesarios.

Y si todo lo anterior era poco, se estableció la creación de un tribunal constitucional como otro parapeto para resguardar el entramado constitucional y de todo el modelo político y económico.
Actualmente el Estado está castrado, en la práctica, porque constitucionalmente está impedido para actuar en iniciativas productivas en donde participan privados, y si es que lo logra hacer tiene que ceñirse a la misma normativa de los particulares, como el BancoEstado o TVN, que tienen que autofinanciarse y competir en el mercado como una empresa más, alejándose de su rol original para lo que fueron creadas. Menos pensar en una AFP estatal, que en las actuales circunstancias tendría que pasar por el filtro constitucional de los quórums, y si lo logra, su destino inexorablemente terminará siendo como una AFP más del mercado. En muchas cosas a la Concertación no le quedó otra cosa que actuar de acuerdo al modelo, se derechizó, porque eran los instrumentos que en esos momentos tenía para sobrellevar iniciativas, como por ejemplo el famoso CAE para los estudiantes.
Es cierto faltó voluntad política, la presencia obtaculizante de sectores de derecha en la DC, el acomodo e intereses particulares de los políticos influyeron en el resultado del actual contexto político, económico y social; pero también está el complejo tema institucional de la inercia parlamentaria que quedó determinada desde su origen hacia un solo sentido y sus integrantes solo mediáticamente podrían pregonar un cambio del statu quo a través de la televisión, la radio y periódicos, sabiendo que en el congreso existen barreras hasta ahora infranqueables. De ahí que muchas cosas se hicieron en la medida de lo posible, frase que fatalmente ha determinado el devenir político chileno.
No obstante, la Concertación logró humanizar en parte el modelo neoliberal que se impuso con ortodoxia extrema en Chile. Se dice que es la experiencia capitalista más radical de todo el mundo... Así y todo, hay un pilar solidario, se avanzó en la subcontratación, pensiones, Auge... impensado y difícil dentro de un modelo político y económico tan ortodoxamente neoliberal como el chileno. Este tema es una lata, pero si se critica desde el desconocimiento las decisiones electorales van a ser erradas. Aunque sea árido, hay que tratar de entender lo que ha pasado con nuestra historia reciente en materia política. Para combatir las deficiencias del modelo político y económico -dentro de la institucionalidad- se necesitan doblajes en las parlamentarias, romper el cerco del binominal, eliminar los quórums supramayoritarios, no votar ni hacerle el juego a la derecha... Lo demás, incluso puede madurar por el propio peso de las movilizaciones y demandas ciudadanas, llámese plebiscito, llámese asamblea constituyente...etc. La opción plebiscitaria, es una herramienta factible que un presidente puede usar para llamar a una nueva constitución, pero para eso se necesita mayoría en ambas cámaras, y de este modo ni siquiera el tribunal constitucional puede anular la idea del plebiscito.
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