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¡Chilenos Felices! (Parte II)

Los chilenos son rotundamente drásticos con las instuciones. Solo el 17% cree que nuestra democracia funciona bien; el resto, regular y mal. Las FF.AA. y carabineros salen bien evaluados: despiertan bastante confianza a más de la mitad de la población. Las iglesias han ido perdiendo confianza, también los medios (excepto la radio que tiene mejor evaluación) y el movimiento estudiantil concitan credibilidad en 30% de los encuestados. Los sindicatos, empresas y Gobierno, un 20%; el Congreso, 10%; y partidos políticos, 6%.

Desde otra perspectiva, sólo el 20% cree que el Estado es el principal responsable del sustento de las personas; el 43% dice que es responsabilidad individual, y el 18% favorece los bonos y transferencias para ayudar a los más pobres. El 78% demanda mejor educación y capacitación. Y según la CEP la mayoría se inclina por mantener el actual sistema educativo: es decir, escuelas subvencionadas con financiamiento compartido y universidad gratuita solo para los hogares más pobres.

El resultado estadístico del sondeo a la población chilena efectuado por el PNUD, arroja claramente que los chilenos no sólo son optimistas, sino también son muy felices. También muestran un gran nivel de satisfacción individual, sin embargo, sienten que en el aspecto más profundo, más intangible, más sicosocial, se encuentran en una situación incómoda, difícil, desgastante para llevar una vida de más holgura. Están descontento y son críticos de la sociedad. Es una paradoja, es decir, una contradicción aparente. Y esto viene, creo, de la respuesta que dan los chilenos frente a la pregunta de si son felices. De frente a esta pregunta, y con tanto que se habla de la felicidad, los chilenos también han aprendido que para ser feliz primero hay que repetirse infinitas veces esta palabra -que soy feliz- porque las palabras terminan condicionando los estados mentales. Si una persona objetivamente tiene todo para tener una vida miserable, puede llegar a tener unos puntos avanzados si se predispone en una actitud positiva frente a lo objetivamente deprimente de su entorno. Y por ahí creo que va por qué aparecen tantos chilenos "felices", a pesar de las circunstancias. También hay que considerar que enfrentado a la pregunta de la felicidad, muchos no quieren aparecer como aguafiestas y "fomes" diciendo que no son felices. En realidad es muy difícil cuantificar científicamente los niveles de felicidad de las personas. Muchas veces cuando mecánicamente me preguntan cómo estás... les respondo que estoy bien, pero inmediatamente me miran raro como si lo normal fuese responder de modo crítico o negativo, es decir, reflejar en cierto modo la infelicidad.

Decíamos que los los chilenos se sienten muy satisfechos, pero su nivel de satisfacción -al parecer- llega solo a la superficialidad, sólo a satisfacer el deseo de tener cierto automóvil, el último "chiche" computacional o la "joyita" telefónica del momento, el de vestirse y ser comandado por lo que señala la publicidad; el consumismo, en una palabra. Y de hecho los chilenos tienen acceso para satisfacer estos deseos, pero muchas veces a través del crédito que en Chile es tremendamente costoso, por lo tanto llevan una vida angustiante, aunque por otro lado se satisfacen comprando lo que la sociedad de consuma dicta.

El chileno siente que si bien satisface lo carnal, también siente que lograr acceso a una buena educación, a participar de una salud decente, a tener las mismas condiciones que cualquiera para eventualmente enfrentar la Justicia, a una previsión digna... está un tanto vedado para la mayoría de los chilenos. Los chilenos, en general, sienten que no participan del desarrollo económico del país. También en el ámbito de la seguridad consideran que en el país es mala.

 No obstante, los chilenos son optimistas respecto del futuro económico del país, según lo que constata la última encuesta CEP.

Son drásticos para calificar a las instituciones. Para la mayoría la democracia no funciona. Las FF.AA. y carabineros continúan siendo bien evaluados, pero cuidado, muchas veces de tanto repetir una idea, aunque sea errónea, termina por convertirse en una aparente verdad. Por años se ha dicho que carabineros es una institución prestigiada, y es cierto; pero lamentablemente cada vez se ven más situaciones que contradicen esa impolutabilidad de la institución. Carabineros puede estar aprovechando el viento de cola, y es la oportunidad de retomar su prestigio histórico e internacional.

Las empresas, los sindicatos, las iglesias, el Congreso, los partidos políticos, el Gobierno... no tienen la confianza de los chilenos. Éstos cada vez más desconfiados creen que finalmente todos se venden, se aprovechan y roban.

La CEP entrega un dato contradictorio en relación a que la mayoría de los encuestados se inclina a mantener el actual sistema educativo. Es un poco extraño este dato, en circunstancias que se ha levantado un movimiento estudiantil que rechaza el actual modelo educativo por segregador, caro y de mala calidad. Se dice que en la actualidad la educación pública cada vez va más en retirada porque los alumnos están emigrando a los colegios particulares subvencionados. Y las escuelas y liceos públicos se están quedando con los alumnos de menos recursos -económicos y culturales- con los que es más difícil el devenir pedagógico y educacional. Para que referirse a la educación universitaria tremendamente onerosa en Chile. Cada vez son más los alumnos que van a los colegios subvencionados, y la minoría está asistiendo a los municipalizados. Los encuestados deben creer que están bien y por nada volverían a la educación municipalizada, que en definitiva la han dejado de lado deteriorándola paulatinamente. Y es así como la mayoría de los encuestados no desean cambiar el modelo educativo actual, porque han adquirido una visión muy negativa de la educación pública que muestra resultados pobres.

Un aspecto que denota la presencia abrumadora del mercado en la vida de los chilenos es que la mitad de los encuestados consideran que la desigualdad no es inmoral. El impacto del mercado, la competencia, el individualismo, han dejado consecuencias en la visión que tienen los chilenos de la sociedad. No estoy en contra del mercado, pero cualquier observador se da cuenta que la cancha está desequilibrada y algunos llevan mucha ventaja sobre otros, que por lo general son los más pobres. El modelo neoliberal a ultranza de alguna forma condiciona formas de convivencia que terminan siendo aceptadas casi del mismo modo como se reconoce la existencia del aire.

 Los chilenos consideran, por sobre el 70%, que para surgir es fundamental la educación, el trabajo duro y la ambición. Pero la educación probablemente la vean como la obtención de un título profesional que lo relacionan con mejores condiciones para ganar más dinero. Y en Chile existe una real obsesión por obtener títulos, aunque en muchos casos sean un fiascos provenientes de instituciones de dudosa calidad académica. El trabajo duro debe estar directamente relacionado con el número de horas extras que los chilenos acostumbran a realizar para mejorar sus ingresos monetarios. Y finalmente la ambición, y era que no, si a cada lado que asistimos en nuestro entorno  lo vemos; si cada vez con mayor frecuencia se ve cómo se urden formas de colusión empresarial y abusos al estilo La Polar. Para que mencionar el capítulo de los políticos ambiciosos.

El esfuerzo individual, que es muy valorado, es el principal factor del sustento personal, lo que es muy natural. La gente por naturaleza en toda época y lugar -independiente de cualquier sistema económico- piensa que el ser humano es el principal responsable del sustento. El esfuerzo individual es valorado; pero también piensa que el Estado tiene un rol fundamental para tener una calidad de vida decente, pues no concibe un sistema público de salud miserable en que ni siquiera hay camas suficientes para atender las necesidades de salud de la población. Tampoco está de acuerdo que la mejor y más educación tengan directa proporción con el tamaño de la billetera de los chilenos. No hay que confundirse, los chilenos han aprendido a navegar por el mercado, pero de ninguna manera les gustaría minimizar el rol del Estado, que en la actualidad parece mezquino en el sentido de no aportar los recursos necesarios para mejorar el sistema de salud público y obtener una educación gratuita y de calidad para todos.

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