Cuando se expresa la realidad social de un país a través de la música -como lo hicieron Manuel García y Los Bunkers en el Festival de la Canción de Viña del Mar- puede ser considerado un acto político del mismo modo de quien hace lo contrario (o sea, todo puede ser un acto político), con la diferencia que en el último caso se rehuye de la realidad e indirectamente llevan a los pueblos a una especie de borrachera mental y, lo que es peor, al aweonamiento total de las masas. El Festival de Viña no sólo puede ser una borrachera para caer en el aweonamiento, sino también para recordar que vivimos una realidad.
Bien por el Festival, que se le ha criticado por traer artistas muy repetidos y por carecer de rock, consecuencia de la necesidad de satisfacción de gustos personales de la alcaldesa de Viña del Mar y sus concejales, lo que ha terminado por limitar espectro musical del Festival. Con Los Bunkers, en parte se ha mitigado ese déficit, que no obstante los chilenos no sean mayoritariamente amantes del rock, este segmento musical tiene mucho potencial para crecer en Chile.
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El grupo defendió la exhibición de consignas de tinte político durante su presentación, y valoró la apuesta de CHV tanto por ellos como por Manuel García.
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